Escrit per: Manuel Palacios Cobos
Desde pequeño rodando
en los montes de El Cerrillo
y ganando una peseta,
cuidando a los animales
para ayudar a los suyos.
Nunca pasó por la escuela
su escuela ha sido la vida.
No tenía dieciocho años
y fue llamado a la guerra,
para luchar contra hermanos
y llenarse de miseria.
Trabajó de sol a sol,
siempre luchó por sus hijos,
a veces quedó sin pan
para que comieran ellos,
otras quedó sin dormir
para que durmieran ellos.
Muchas veces pasó frío
por qué tuvieran calor,
otras ni abriera la boca
por no producir dolor.
Con los huesos machacados
aún nos repartió amor
y en el frente de la vida,
nos da ejemplo de valor.
Hoy os da gracias a todos
por darle este último adiós.
Que Dios lo tenga en la gloria,
no habrá otro lugar mejor,
allí se encuentra su esposa
que es nuestra madre y amor.